¡¡VICTORIA !!
Todos tenemos en la memoria escenas de batalla que terminan con este grito que estalla de júbilo en el corazón de los combatientes que han vencido. Siempre son ellos los que luchan, y ganan los que son más fuertes, los más grandes, los más inteligentes, los mejor entrenados, los
que usan la estrategia más brillante.
Los cristianos, paradójicamente, gritamos de júbilo y hacemos fiesta todos los años por una victoria que nos viene dada, por la que no hemos luchado, que de ningún modo podríamos alcanzar, y que celebramos como nuestra, cuando en realidad la ha obtenido Otro para nosotros.
La Pascua nos recuerda todos los años que la vida cristiana es pura gracia, victoria recibida de Aquel que se ofreció como víctima en nuestro lugar y nos ha regalado su corona sentándonos en su propio trono del Cielo.
Los regalos no se pagan, no se merecen, no exigen estar a la altura. Disfrutemos, pues, agradecidos la incomparable ternura y caridad de nuestro Dios, que —por rescatar a los que éramos esclavos y por reconquistar la libertad para nosotros— ha entregado a su propio Hijo, para darnos en Él la vida eterna.
La Muerte ha sido vencida por la Vida. Gritemos “¡¡Victoria!!”, que en Pascua se dice:
¡¡ALELUYA!!