Camino Neocatecumenal

Parroquia San José obrero
C/ Coronel de Palma, 4
28934 — Móstoles (Madrid)
Diócesis de Getafe

16 de marzo de 2020

A todos los hermanos de las comunidades neocatecumenales de nuestra parroquia:

La Paz con todos vosotros, queridos hermanos:

La situación generada por el coronavirus, el subsiguiente estado de alarma decretado por el Gobierno de España, y las disposiciones diocesanas sobre todo culto litúrgico, nos han separado físicamente y es previsible que así continúe siendo durante semanas.

Vuestros catequistas y presbíteros no nos hemos dirigido a vosotros directamente, porque ya lo hacía nuestro párroco, en diversas misivas a todos los feligreses de la parroquia que, como bien sabéis, desborda la extensión del Camino neocatecumenal. Pero nos sentimos movidos a escribiros ahora expresamente a vosotros, nuestros catecúmenos, para animaros y exhortaros en el Señor.

No están siendo fáciles estos días para ninguno de nosotros. Pero reconozcamos, por otro lado, que se ha abierto una oportunidad para que emerja la fe y sus signos —el amor y la unidad— en medio de este mundo.

La Cuaresma es tiempo de conversión siempre. Convivir tan de cerca, en los hogares, durante tanto tiempo, sin duda nos está poniendo a prueba, y ofreciéndonos la oportunidad de amarnos unos a otros como Cristo mismo nos ama. Nunca mejor que ahora hemos de tener presente que “el otro es Cristo”, máxime cuando no contamos ahora con otra presencia sacramental.

Nuestras comunidades son llamadas a permanecer unidas en la distancia, haciendo experiencia de la maravillosa comunión de los santos. Por eso, animados por la confianza que nos da sabernos hermanos, queremos invitaros a cuidar algunas cosas, seguros de que también vosotros encontraréis iniciativas de evangelización doméstica:

  1. La Cuaresma es tiempo de ayuno. Eso no ha sido suprimido en ninguna disposición, y el espíritu se fortalece mucho cuando, movidos por el amor a Dios, optamos por la libertad de prescindir de tantas cosas que no son necesarias, incluyendo el consumo de ciertos alimentos. De hecho, esta situación nos ayuda a ver cuán prescindibles son muchas de las cosas que consideramos tan importantes. Es buen momento para abstenernos, no sólo de la carne los viernes, sino también de toda palabra ociosa y, sobre todo, inoportuna (que, seguro, en este tiempo de tanta convivencia, nos vendrá como respuesta, y puede separarnos de los que más queremos y nos necesitan). Procurad ser comedidos en el consumo de las series o los programas de televisión, y aprovechad el tiempo para buenas lecturas.

    Pero abstengámonos, sobre todo, de pecar. Tanto más, cuanto mayor es la dificultad para acudir al sacramento de la Penitencia en estos días. Pidamos al Señor que nos sostenga en comunión con él, para vivir toda esta circunstancia en estado de gracia, porque su “gracia vale más que la vida” (Sal 62, 4).

  2. La Cuaresma es tiempo de limosna, tiempo singular de caridad. Nunca como en estos días tenemos oportunidad de amarnos mutuamente como somos, de regalarnos el tiempo, de pedirnos perdón “cuando alguno tenga quejas contra otro” (Col 3, 13), y de ponernos los unos en el lugar de los otros. Los más pequeños tenéis, en este tiempo, la ocasión de decir todos los días a vuestros padres que les queréis de verdad, y no sólo de palabra (que no vendrá mal expresarlo), sino colaborando en las mil tareas que, sin duda, se multiplicarán en casa por nuestra permanencia constante, hasta hacerse especialmente gravosas en el caso de que papá o mamá caigan enfermos. Los hermanos mayores sois apoyo fundamental para vuestros padres, y testimonio crucial para el resto de vuestros hermanos. Y los que somos padres, más que nunca, hemos de extremar la paz como árbitro en nuestras casas, relativizando tantas cosas con sentido del humor, y poniendo el amor por encima de todo (cf. Col 3, 12-17).

    Desterremos todos el egoísmo, y descubramos juntos la alegría de amar, el privilegio de vivir en una familia cristiana, en un constante éxodo que cada uno podemos hacer -si el Señor nos lo concede- hacia el que está a nuestro lado.

  3. La Cuaresma es tiempo de oración. No sólo en familia, sino también a solas, cada uno en su cuarto, con el Señor, escrutando la Palabra, por ejemplo. Con esta circunstancia, el Señor nos regala una estupenda oportunidad de vivir del Pan de la Palabra, puesto que no tenemos a nuestra disposición el de la Eucaristía. Al fin, el Pan de la Vida es Cristo mismo, y no necesitamos nada más que a Él, que llega y se une a nosotros sin atarse a los sacramentos, sin que le sea imprescindible nuestra reunión en los templos, y sin precisar de nada para darnos su Santo Espíritu. Esto es así, y así lo sabemos todos los cristianos (lo mismo católicos, que ortodoxos, protestantes o anglicanos…). Que la obediencia al Dios que habla en los acontecimientos, y a través de nuestro Obispo, nos haga imposible durante este tiempo la celebración eucarística (y tal vez la misma liturgia de la Pascua), no debe desanimarnos. Precisamente porque no relativizamos la importancia de una privación tan grave como la de la Eucaristía, hemos de aprovechar este tiempo para desearla más y prepararnos, cuando llegue el momento, para celebrarla mejor. Las decisiones adoptadas en nuestra diócesis, sin duda buscando con rectitud el bien de los más débiles, pueden ser más o menos acertadas. Y cada uno tendremos nuestra visión particular. Pero juzgar, corresponde sólo a Dios. Además, nuestros presbíteros siguen celebrando cada día por nosotros. Y eso nos hace a todos eucaristía diseminada, Cuerpo de Cristo que vive en las casas.

    Os animamos a tener todos los días —como si de un gran domingo se tratase— algún modo de liturgia familiar, bien a través de laudes o vísperas, o alguna otra forma que os parezca adecuada a vuestras particulares circunstancias y posibilidades domésticas. Valorad la posibilidad de escrutar la Palabra de forma extensa cada semana, el día y a la hora en que habitualmente os reunís en comunidad. Sería una extraordinaria forma de experimentar el poder que tiene la oración, cuando muchos nos ponemos de acuerdo en la tierra para pedir algo al Padre, con un mismo Espíritu, en el Nombre de Jesús. ¡Ánimo, queridos hermanos! ¡Es el Señor quien nos visita, también en esta circunstancia! Oremos especialmente por aquellos hermanos que sufren la enfermedad, y están especialmente graves. Que la victoria pascual de Cristo llene de esperanza vuestros corazones. Nada nos separará de su amor inmenso. La fe será fortalecida y la caridad nos anticipará estos días el sabor del Cielo. Aceptemos lo que Dios dispone y permite, en humildad, sencillez y alabanza, porque “a los que aman a Dios, todo les sirve para bien” (Rm 8, 28).

    Que la Virgen y san José os sostengan en el combate y consuelen vuestros sufrimientos. Rezad por nosotros, y contad también con nuestra oración. Unidos en Cristo:

Vuestros catequistas y presbíteros

A todos los hermanos del Camino neocatecumenal en la Parroquia de San José obrero (versión en PDF)

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