“El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios; el Altísimo consagra su morada”.
Rezando la Hora Sexta el día de la Ordenación, estas palabras del salmo resonaron en mi interior como lema o testimonio de lo que el Señor quiere hacer en mi vida y de lo que, a través de mí, hará en la parroquia o de quienes tengan trato conmigo. Lo que realiza el Espíritu Santo por medio de la imposición de manos y la oración de consagración en mi vida es lo mismo que narra el salmo:
Las acequias de agua son las mociones del Espíritu que alegran con su paso y dan vida allá por donde van. Así yo seré instrumento, mediador que lleve la vitalidad del Espíritu a otras vidas; consagrando cada persona al Señor, es decir, dejando que Él conquiste nuevas ciudades: la morada de su alma.leer más